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María Guijarro sobre la Vulnerabilidad en tiempos del #COVID19

Diputada por Bizkaia y Portavoz socialista Cooperación al Desarrollo en el Congreso de los Diputados

 Hace ya más de 20 años me formé en Ayuda Humanitaria Internacional (incluido un módulo básico de Medicina y Epidemiología) y desde entonces he viajado y vivido en varios países de esos que aún llamamos SUR donde las condiciones de vida y los sistemas sanitarios tienen todavía grandes fallas y carencias. Estos días, encerrada en casa con mi familia, sigo con mucha atención todo lo que está ocurriendo en nuestro país y no me quito de la cabeza mis tiempos en Goma (RD Congo, en aquel momento Zaire) donde trabajé para una ONG médica en una Emergencia Humanitaria como la provocada por el Genocidio del Año 94.

Así que viendo imágenes de hospitales de campaña en IFEMA o morgues en un Palacio de Hielo, que afortunadamente ya se ha tenido que cerrar, me vienen a la cabeza otros hospitales de campaña en medio de la pobreza, la tierra volcánica y la más cruel de las desigualdades y de cientos de niñas y niños ingresados (cubríamos la pediatría de uno de los campos de refugiados) con porcentaje de VIH positivo de más del 60% y una morgue a la que me tocaba llevar en la pick-up pequeños cadáveres envueltos en “sabanitas”. Fue muy duro física y mentalmente vivir aquella situación pero aprendí, vaya que aprendí.

Aunque nunca se está preparada, desde el primer momento entiendes la complejidad de la situación. Desde el cierre del aeropuerto, excepto para personal humanitario, hasta el toque de queda por razones de seguridad, el no poder caminar si no era escoltada y siempre moverse en los jeep, todas eran medidas para poder trabajar tanto el personal local como el expatriado. La complejidad en una latitud donde la vida y la muerte tienen significado diverso, era grande. La llegada de medicamentos a un aeropuerto donde las mordidas eran habituales, la coordinación de la situación sanitaria de un campo de 150.000 personas o la sensación de cronificación fueron algunos de los retos a los que nos enfrentábamos cada día. Cientos de recuerdos que se me han grabado a fuego y que confluyen en la misma sensación: la vulnerabilidad.

El grado de vulnerabilidad en Acción Humanitaria es objetivo, se mide, según el profesor Pérez de Armiño, es el nivel de riesgo que afronta una familia o individuo a perder la vida, sus bienes y propiedades, y su sistema de sustento (esto es, su medio de vida) ante una posible catástrofe. Dicho nivel guarda también correspondencia con el grado de dificultad para recuperarse después de tal catástrofe. En aquel caso, la vulnerabilidad de la población ruandesa que había pasado y seguía pasando por un calvario y que, por cierto, con los años ha demostrado una gran resiliencia;  la vulnerabilidad de esos niños y niñas que postradas en esas camillas raídas y “olorosas” no entendían qué pasaba y no tenían fuerzas ni para llorar; la sensación de vulnerabilidad de muchas mujeres que narraban en voz muy baja sus traumáticas experiencias de abusos sexuales, y también, por qué no reconocerlo, la vulnerabilidad que sentíamos el personal expatriado al sentirnos expuestos tanto a todo tipo de enfermedades como a situaciones de seguridad duras que en algunos casos llevó al asesinato de compañeras y compañeros.

Todas estas sensaciones y muchas más vienen a mi mente estos días. Soy muy consciente de que las latitudes geográficas influyen en la desigualdad así que, viviendo en un país como el nuestro y a pesar de cómo nos está golpeando esta pandemia a todos los niveles, mantengo la calma. Sé, que pesar de todo, tendremos opciones, tendremos oportunidades. Algunos de los pueblos con los que he compartido experiencias traumáticas han salido adelante, ya nos son los mismos, pero se han sobrepuesto. Otros siguen peleando.

Nosotras, nosotros, lo haremos. Hasta entonces, sintamos solidaridad y compasión por los que más están sufriendo en esta crisis humanitaria, aplaudamos y reconozcamos el trabajo de tantas personas que nos cuidan, si nos parece, critiquemos de manera constructiva, sin utilizar los muertos de manera partidista, pero sobre todo sepamos que nuestro sentimiento de vulnerabilidad es medible y, además, humano. Pero tengamos claro, ese sentimiento será menor si trabajamos en comunidad, juntas, juntos, aportando desde la responsabilidad de cada cual. Solo así lograremos convivir con una situación tan dolorosa como compleja.


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